Hace tiempo me involucré en un proyecto que me hico cambiar la manera de ver el sentido que tiene un retrato. A veces los pequeños detalles cuentan grandes historias.
Uno de los primeros proyectos que empecé en Mauritania fue “pescar sin caña”. Durante una semana acudí cada día, a la misma hora al puerto de la capital, las coloridas embarcaciones, la luz del atardecer perfecta y los colores del cielo que se juntaban con el mar, daban la bienvenida a los cayucos que descargaban el pescado. Yo esperaba en la orilla sentada cámara en mano y esperaba maravillada el momento de la ruptura del silencio total para adentrarme en aquella frenética actividad de la llegada de cientos de embarcaciones. El segundo día, me di cuenta que algunos de los pescadores me esperaban, se acercaba y me dejaban documentar los detalles que a simple vista son difíciles de observar. Me pedían imágenes y yo me sumergí en unos días agitados donde después de las tomas me iba a casa, seleccionaba , encajaba, esbozaba y manchaba con colores en hojas sueltas. Al día siguiente se los llevaba para que se vieran retratados, para que vieran como yo les miraba. <p>
Los retratos personalizados de los pescadores tuvieron en ellos un impacto revelador para mí. El momento de mostrarles mis obra y el ambiente que se generó, fue sin duda lo mas emocionante que ese proyecto me ofreció.
Cada vez que miro los dibujos de “pescar sin caña” me acuerdo de cómo cambió mi mirada hacia las personas que retrato, ahora ahondo no solo en la apariencia, sino también en lo que hay detrás y en los sentimientos que yo misma también les provoco. La práctica de dejarse mirar debe ser vivida como un proceso enriquecedor, tanto para el que observa como para el que es observado.
La identidad de la obra final y la magia de la relaciones interhumanas del proceso es lo que hace que el retrato no solo sea algo físico, sino una experiencia que probablemente no se vuelva a repetir.
Pongo todos mis sentidos en el momento de la entrega de cada uno de mis trabajos, me invade una profunda satisfacción cuando aprecio que la persona se ve reflejada; esta es la clave, que mi poder de observación haya acertado. Los detalle siempre cuentan historias.
El retrato por encargo de Carolina, motor de mi trabajo
Tabla de contenidos
Ella desayunaba tranquilamente en una cafetería cuando aparecí y le entregué lo que había preparado para ella…
Háblame de lo que sentiste al verlo
“ Cuando te vi llegar con el paquete ya pude intuir el contenido, suponía que sería una obra tuya, pero no que fuera yo la retratada.
Destaparlo fue parte de la experiencia, recuerdo que lo abría con curiosidad y nervios, pero también con la delicadeza que precisaba el saber que estaba a punto de recibir una obra de arte. No quería perderme el instante de soltar la cabuya, vuelta tras vuelta, desenganchar la florecilla que acompañaba el empaque y abrir, con el corazón en la garganta, el papel rojo que lo envolvía, ya solo dos láminas protegían mi regalo.
Y de un momento a otro me enfrenté a él. Mejor dicho, a ella, a mí.
Verme de repente, no como cuando me miro al espejo, sino verme hacia dentro, me removió con fuerza, eso es lo que sentí. Y esa es quizá la diferencia, no vi, solo sentí. Me sentí. Y el impacto de sentirse sin previo aviso es como una danza molecular que va recorriendo desde la planta de los pies hasta la cabeza, es un instante sin preguntas, sin respuestas, intimidante y de mucha intimidad.
Y no, estoy convencida de que esto no sucede con el retrato que te hacen en un parque, con todo el respeto y el cariño que esos artistas merecen. Un retrato como este, de Eva, impacta, encanta, cubre, pero, sobre todo, te hace sentirte cada vez que lo ves. Y eso para mí es el arte, me gusta que inquiete, que casi pueda olerlo, sentirlo; lo que nunca imaginé es que un retrato pudiera conseguir no solo esto, sino un profundo reflejo de lo que soy.
Fue un regalo, ¿Intuías que estabas siendo retratada?
“…No sabía que iba a ser retratada, creo que es un regalo muy personal, que solo alguien que te conoce muy bien, que te entiende y que, además, valore el arte, puede hacerte. En este caso fue mi marido. Y sin duda, eligió a la mejor, porque hace falta tener esa sensibilidad para elegir el color, la foto ideal, la luz perfecta, no solo hay que pintar bien. Estoy segura que es un regalo único que todos deberíamos tener en algún momento de nuestras vidas. En mi caso, este año ha sido trascendental en varios aspectos, y no habría, hasta ahora, mejor momento para un regalo tan significativo, que resume mi año como la persona que soy ahora.
Alguna vez me habían retratado, sí, pero nunca había sentido nada. Era tanto como verme en un espejo, sin mayor profundidad.
Una obra de arte, para mí, no es la pieza, es la circunstancia, el momento mismo del encuentro entre “eso” y nosotros. Cuando, sin mayor esfuerzo, te enfrentas a la pieza y ocurre la magia, es ahí donde la encuentro una obra de arte. Así lo veo yo.”
¿Qué es lo que más te gustó?
“Definitivamente los colores, el brillo en los ojos, las pinceladas libres y la elección de la imagen”